martes, 27 de septiembre de 2011

vivir en tercera persona

Con cariño para todos mis amigos móvil dependientes

Cuando he tenido la oportunidad de viajar, nunca he dejado de sorprenderme con los turistas orientales (me atrevería a decir que en su mayoría son japoneses) que están todo el tiempo tomando fotos. Cada monumento, pintura, edificio, paisaje es fotografiado una y otra vez. Me imagino que regresarán a sus casas después de las vacaciones y recién cuando comienzan a organizar y revisar las fotos son capaces de apreciar los lugares que visitaron…y que conocieron, ¡¡a través del lente de sus cámaras!! A eso me refiero a vivir en tercera persona, ver todo a través de un prisma artificial. No alcanzas a mirar con tus propios ojos los lugares que estás conociendo, a disfrutar nuevos sabores, a oler el aroma del mar o de una nueva ciudad contaminada. Sólo te queda el vago recuerdo de paisajes que quizás viste y el orgullo incomprensible para mí, de haber retratado todo en miles de imágenes fotográficas ( o en video, peor!). Está bien, a todos nos gusta guardar testimonios y recuerdos de vacaciones, viajes y eventos especiales. La pregunta es hasta qué punto es más valioso el afán de retratarlo todo en lugar de disfrutarlo.
Esta misma sensación me genera la dependencia cada vez mayor que existe en las personas y sus celulares. A mí me encantan los celulares, he trabajado en esa industria desde que salí de la universidad y me he maravillado con la rápida evolución que han vivido. Desde los antiguos móviles con pantalla blanco negro, el momento en que fue posible por primera vez mandar un mensaje de texto entre una compañía y otra,  la llegada de los celulares que traían la cámara como accesorio….ufff, demasiados recuerdos. Pero a pesar de lo mucho que me gusta el tema, me declaro absolutamente independiente de mi celular. De hecho, las mejores vacaciones para mí son aquellas en que el móvil se queda en la casa.
Esta independencia es cada vez menos común… partiendo por los viajes en avión. En el momento que tocas suelo, todos los pasajeros sacan sus celulares para avisar que llegaron. A todos ellos les digo que en los aeropuertos existen unas pantallitas, que muestran las salidas y llegadas de cada línea aérea convenientemente ordenadas por horario. Y a menos que seas doctor o cura, dudo que el general de los pasajeros sea tan imprescindible que necesite una doble confirmación de llegada.
La necesidad de actualizar a cada instante el estado en Twitter o Facebook demuestra el egocentrismo de sus usuarios y el voyerismo de quienes los siguen. Es cierto, Twitter es una herramienta poderosa para saber lo que pasa en el mundo, pero los comentarios del tipo “comiéndome un rico helado” o “de nuevo atrasada al trabajo” aportan harto poco al consciente colectivo.
Un tema aparte es el chat…la otra noche estaba en una comida con amigos. Y varios de ellos no dejaron de chatear a través de sus celulares. Esta escena se repite en toda ocasión, con todo tipo de persona. Si estando con un grupo de amistades sienten la necesidad de estar conectados a distancia con otra persona, aparte de ser de pésimo gusto, mejor se van a juntar con ella, ¿o? Insisto, es vivir en tercera persona: físicamente están ahí, pero en su mente están absolutamente concentrados en otro lugar. Y al igual que los turistas japoneses con sus cámaras fotográficas, la obsesión de comentar en red todo lo que estás viendo, escuchando, comiendo te abduce de la experiencia real.
¿Esconde esta nueva costumbre el miedo a interactuar entre nosotros? No lo sé, pero me asusta pensar que llegue el momento en que en vez de acordar una cita en un restaurant, se haga en un chat; cada uno conectado desde su casa conversando virtualmente con los otros miembros del grupo. Me daría una pena horrible y mi negativa a enganchar en esta tendencia, probablemente termine dejándome sin amigos….

2 comentarios:

  1. Nunca me he sentado a analizar la imprescindibilidad de los curas...

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  2. Jajaja, es que me imagino que siempre deben llegar a tiempo para celebrar un matrimonio o entregar la extremaunción

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